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Por qué no gritar a los niños


En algunas ocasiones nuestros pequeños nos “sacan de quicio” con su comportamiento y reaccionamos demasiado rápido expresándonos de manera un tanto violenta: a gritos. A continuación veremos que esto no tiene efectos deseables para nadie y mucho menos para ellos.

1. Afecta al sistema nervioso

Un grito tiene cierto impacto sobre el tierno sistema receptivo nervioso del niño, ya que estimula una reacción también brusca. Si estos impactos son reiterados, el sistema nervioso puede verse afectado, y en consecuencia también producir desequilibrios psicológicos y físicos.

2. Ruptura del clima familiar

¿Qué preferimos, un ambiente tranquilo y relajado, sano y cariñoso o uno en tensión, alerta y en guardia? El clima familiar se crea día a día, momento a momento. No importa tanto lo que pasa como la manera en que reaccionamos ante ello.

3. Impacto emotivo desagradable

Un tono demasiado elevado o un grito nunca es bien recibido. Puede tener su utilidad como aviso en caso de peligro, pero lo cierto es que de momento asusta y alerta. Pongámonos en el lugar del niño: además de asustado probablemente no entiende lo que le decimos ni la razón real del enfado, de momento crea una gran confusión a nivel mental y emocional

4. Lleva a un comportamiento sumiso o violento

La primera respuesta al grito es retraerse y quedarse paralizado ante los mayores. Esta experiencia repetida muchas veces puede conformar un carácter sumiso, basado en la acción por el miedo. O bien todo lo contrario, puede provocar respuestas también violentas.

5. Abuso y mal uso de la fuerza

Enseñamos a usar la fuerza y la posición dominante de quien hace uso de ella para lograr los objetivos, descuidando otras maneras de hacerlo, so pena de no desarrollar la capacidad argumentativa y comunicativa.

6. Mal ejemplo: falta de control de sí mismo

Quien grita denota inquietud y nerviosismo y falta de control de la situación emocional y mental interna. Quien recibe el grito recibe también esta actitud. En el caso del adulto, un comportamiento continuado revela una personalidad insegura y poco madura que sin duda influirá en el entendimiento de los pequeños.

7. Hábito violento

Gritando apostamos por un tipo de violencia, la verbal y valoramos la actitud de la ira y se siembra hostilidad y resentimiento. Si lo hacemos una vez, probablemente repetiremos y puede instalarse esta clase de expresión para muchos tipos de situaciones. Los niños imitan, puede que utilicen este comportamiento para conseguir lo que deseen de sus compañeros.

8. Destruye el respeto

En el grito una voluntad se impone por la fuerza sobre la otra, a modo invasivo, rompiendo el espacio personal y la expresión del más pequeño. Faltar al respeto también significa desconsideración y menosprecio.

9. Disminuye el deseo natural de cooperar

Para cooperar hay que comunicarse y pactar. Si las situaciones se solucionan a base de gritos, el deseo natural de cooperar irá disminuyendo y con él también las capacidades de comunicarse y pactar.

10. Desfavorece la escucha

La escucha mutua es la base del diálogo, la empatía y la comprensión del otro. El grito ensordece a ambos. Cuando se grita no se escucha y se pierde la percepción de los sentimientos y necesidades del otro.

11. Bloquea el pensamiento

El grito surge de un momento extremadamente emotivo y visceral, que no deja lugar a pensar ni sopesar, mucho menos razonar. A menudo se dicen cosas sin pensarlas.

12. Perjudica el aprendizaje

Si se bloquea continuamente la escucha y se paraliza la capacidad de pensar, tanto para el que da como el que recibe, también el deseo de conocer y la apertura necesaria para ello disminuyen y con él el flujo de emociones del tipo de la capacidad de entusiasmarse y asombrarse.

13. Se daña la autoestima

Con todo lo que hemos dicho hasta ahora, el resultado es que el niño aprende a desvalorarse y se va instalando la creencia de que no hace nada bien, perdiendo la confianza y seguridad en sí mismo. Pensemos que se están formando los cimientos de su personalidad...

14. Los hijos no pueden percibir el amor de los padres

15. No es garantía de que se solucione nada

Por último, gritar no significa que sea la solución definitiva. Puede que aparentemente todo vuelva a su sitio, pero no se erradica el problema.

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